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Ecos hacia el otro lado

Sólo unos pocos imaginábamos conseguir una satisfacción mayúscula, una de esas que resuena en la memoria colectiva durante mucho tiempo. Sobre todo por los factores que lo acercan a la categoría de imprescindible. Un rival de envergadura, la actitud para sobreponerse, la necesidad imperiosa, la presión externa, la incertidumbre del futuro y las ganas de callar voces detractoras. Podría seguir con la lista, ustedes lo saben. Pero vamos a abreviar. El regreso al estandarte que lo llenó de gloria allá lejos y hace tiempo, fue todo un presagio. Como si la meta fuera volver a bañarse en reminiscencias del pasado que los colme de poder infinito. Y a la arena para ver quién pica más duro. Tanto es así que ni siquiera el primer golpe recibido casi desde el vestuario lo alejó del objetivo que traían tatuado entre ceja y ceja. Tal y como corresponde, el equilibrio fue fundamental. Dejaron a la vista de propios y extraños que a veces fuerza e inteligencia pueden brotar con prontitud, desprolija pero visceral. Si el resultado hubiese sido opuesto no faltaría el que comente sobre las adversidades de los rechazos a la convocatoria, a la escasez de prácticas en conjunto, a la casi nula difusión del evento y varios etcéteras. Pero éste grupo sacó pecho y entregó cada gota de sudor a ésta cruzada. Pasará a lo más vistoso del recordatorio haber doblegado a un seleccionado nacional compacto, bien trabajado, potente y listo para afrontar su cuarta cita mundialista. Porque aquí lo más sentido es el espíritu de este grupo, los de adentro de la cancha y los de afuera, se inmolaron por éstos colores. Cuando ya las piernas no empujan como al principio aparece en escena el calor interno que te permite ponerte de pie nuevamente. Como muestra basta mencionar que aún con tres jugadores fuera de la cancha por amonestación, al seleccionado uruguayo se le hizo harto difícil doblegar el ingoal rosarino. ¿De dónde creen ustedes que aparece la irreflexiva decisión de enfrentar tamaño desafío? ¡Del amor propio y el espíritu salvaje desatado hacia la valentía de conseguir el lauro! Claro que sí. Ya con los hombros relajados sólo hay espacio para el festejo interminable. Ese de sonreír hasta que duela la mandíbula, levantando los brazos lo más alto que se pueda apretando los puños hacia el cielo, de buscar en el más cercano contacto visual y fundirse en un abrazo titánico, de buscar entre el público ese ser querido pilar de su perseverancia. Éste grupo tuvo claro que sin importar el club de procedencia había la recompensa incomparable de quedar en la historia, de albergar en sus corazones el amor a ésta camiseta y, como si fuera poco, sembrar nuevamente en toda la familia rugbística el fervor por el ñandú. Para que los campos de juego revienten de público, para que todos los jugadores fichados en la URR se desesperen por ser convocados y jugar, para que otros equipos quieran enfrentar a Rosario, para ver más niños con la azul y blanca queriendo una foto o un autógrafo de sus ídolos seleccionados. Párrafo aparte para los que hacen posible todo esto. La dedicación y el esfuerzo es complementario con los que no se ven frecuentemente en las fotos. Pero que sin ellos esto no podría funcionar. Para todos ellos que más de una vez tuvieron que ponerle el pecho a las balas les ofrezco un GRACIAS gigante por ésta alegría. Si lo pienso mejor creo que “gracias” suena a poco. Emocionado hasta las lágrimas les tengo que dejar en claro a ellos que algunos seguimos hasta hoy creyendo en la esperanza de ver muchos pechos inflados de orgullo cada vez que se mencione a éste seleccionado.

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