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Uno de esos días


De una u otra manera, los que tienen toda una vida en estos menesteres no conocen de contratiempos. Ni aun los climáticos que muchas veces juega a probar la resistencia de los más valientes. Así y con todo el viento sur que se pudiera, era el punto exacto en el que ambos probarían cuánto recuerdan de brillar como el sol.

Las marcas dejadas a flor de piel por las derrotas se transforman, como en éste caso, en las cicatrices que vuelven más sabio al guerrero. Y no por menos que eso, sacar provecho de la experiencia para poner proa al último tercio del primer camino. Los compromisos son tan seguidos que no otorgan chances de mantenerse en la desazón.

En el tránsito del dar de nuevo, en palabras de los protagonistas, aparecieron los conceptos de inteligencia y efectividad. Se la repartieron por partes iguales y por turnos. En una cara de la moneda posesión mayoritaria del mensana y manos vacías, mientras que el fantasma apareció poco y llenó sus bolsillos. En la otra cara hubo una rápida reacción nacida en el amor propio herido de Gimnasia que apretó el acelerador pero no le alcanzó, al tiempo que Duendes aguantó el vendaval hasta que pudo empezar a controlar desde el destruir el juego ajeno.

Nada fue gratis. Con la victoria en bolsa no aprovechó diecisiete minutos de superioridad numérica. La visita dejó una gran impresión, a días de perder una final dio muestras de carácter en sobreponerse y plantearse el nuevo objetivo que va encaminándose. Veinticinco minutos sin que ninguno de los dos marque puntos será una anécdota olvidada rápidamente, escondida en la intensidad entregada por cada emotivo movimiento.

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