En la segunda semifinal de la tarde Duendes derrotó a Estudiantes en tiempo suplementario por 30 a 17. En los ochenta reglamentarios habían empatado 17 a 17 postergando la explosión de alegría.
Con todo el vendaval de la mañana no era descabellado imaginar la fragilidad del terreno, sin embargo lejos de ello entregó la excelencia que pocos clubes ostentan. Lógicamente con señales de la batalla anterior pero en condiciones óptimas para una vuelta más. Lo que se convirtió en casi vuelta y media.
Toda instancia definitoria se convierte en la paciencia de no arriesgar innecesariamente y encontrar el punto exacto. En esa imprecisa y abarcativa expresión comienza el juego de intenciones. Los paranaenses con todo por ganar y nada por perder salieron más decididos hacia el ingoal rival. El aplomo vestido de verdinegro lo esperó en terreno propio explotando en el contraataque desde la recuperación en el error ajeno.
Y como espectáculo no fue bueno. Entrar y salir constantemente de un amesetamiento alternativo no los hacía lucir. Más bien se combinaron en una gran marea de energías contrapuestas sin dirección y con resultante incierto para tamaña empresa.
Con el trámite cortado constantemente y con reinicios cada vez más lentos y más conversados, se volcó todo hacia el perfil de la facilitación partiendo en el redoble de los esfuerzos. Ahí, en ese lugar y en ese momento, resurgir naciente en el ritual semanal. Ese que se hace nostalgia en el estivo, fuente de fuerzas de planos distantes.
En la paridad se alzó la justicia. Por el trabajo, por la entrega y el desparpajo con el que el albinegro propuso no rendirse ante el mito. Por el contrario, aplaudamos de pie apariciones como estas y esperar se hagan costumbre. Pero. . . Siempre hay un pero.
Y por si quedaban dudas, haciéndose necesario más tiempo que el acostumbrado, en el extendido el heptacampeón da señales de vida. Que aún jugando mal espera la sagacidad de la mano favorable para un todo por el todo. Con el redoble de entrega del conjunto, la rebeldía de su capitán y la certeza de su pateador, el se lo llevó por delante para poner cada ficha en su casillero.
Y como si no fuera suficiente y para dejar boquiabiertos a propios y extraños, su fullback vuelve a volar. Esta vez mostrando una pincelada más de su desenfado poniendo cifras finales con un drop de antología.
Nada nuevo en una repetida final en el horizonte. Pero la expectativa de acercarse hacia una reedición de la fiesta que más disfrutamos. La de una ovalada pasando de mano en mano.