Mientras escuchaba con atención las siempre honestas, sencillas y verdaderas palabras de Marcelo Bielsa, posteadas en Facebook, vinieron a mi mente historias del pasado para nada reciente: las de una formación compartida. Cual? La de la educación escolar formal, tema de actualidad si los hay. Dónde? En el Colegio del Sagrado Corazón entre los años 50 y 60 del siglo pasado (para los jóvenes actuales podría agregar antes de Cristo).

Recordaba que, como corresponde cronológicamente, entre los 90 y el primer decenio del presente siglo tres ex alumnos habían conducido selecciones nacionales: Ricardo Paganini, el propio Marcelo y mi hermano Daniel.
Casualidad? No me parece. Dejando de lado cuestiones confesionales que no vienen al caso, era (es) una escuela privada accesible desde lo económico. Una primera conclusión: había diversidad socio-cultural-económica entre los asistentes. Por lo tanto la posibilidad de aprender, casi espontáneamente, pluralismo e inclusión a través de la cultura del estudio.
Por otro lado existía un plantel docente integrado por sacerdotes que, más allá de ser productos de una época en que el mito religioso estaba muy enraizado en la sociedad, estaban marcados por un elevado nivel cultural, producto del enciclopedismo en el que habían crecido. Complementado por profesores laicos, con formación universitaria, la mayoría ex alumnos y con un perfil similar.
Estudio y deporte en un contexto de lograr la excelencia definen la tendencia predominante. Entender los logros como una consecuencia de la dedicación, el sacrificio y la capacidad. Si hubo una falla puede que estuviera vinculada a la tradición judeo cristiana de la omisión del placer como una prioridad o una derivación de ese accionar.
Un párrafo aparte para alguien que hizo un extraordinario aporte al rugby rosarino: el padre Juan Carlos Torres (el cura Torres o el Gordo Torres para los más cercanos). Descubrió los valores que estaban implícitos en el rugby y condujo a cientos de alumnos del colegio por ese camino.
Vuelvo al principio: cuando tengo la oportunidad de escuchar alguna jugosa charla, formal o casual, de Marcelo o de conversar con Ricardo o Daniel encuentro que hay un hilo conductor en el relato. Modificado, por supuesto, por el carril recorrido en la vida a través de sus personalidades, gustos individuales o aprendizajes personales.
Dos conclusiones: una evidente y que es motivo de intensa discusión en estos días. La calidad educativa. Hemos recorrido un camino descendente que nos ha llevado a la mediocridad. Que se advierte en todos los niveles de la vida. Pero, por el contraste apuntado en este relato, tiene su origen en la formación. De una escuela mediocre es imposible, salvo por casualidad extrema, obtener líderes brillantes. La segunda: rendir un homenaje merecido pero tal vez algo tardío a quienes nos formaron.
Todos los protagonistas tienen un denominador común: el colegio. El otro el que siempre nos ocupa: el rugby. Porque, aunque sea poco sabido y conocido, Bielsa supo jugar algunos partidos de rugby para el blanquinegro Sagrado.
Hasta la próxima.